Siete años después de que tropas de las Naciones Unidas invadieran su territorio bajo pretexto de acabar con la inestabilidad política y evitar el colapso de la nación, Haití sigue siendo un país tan inestable, pobre e inseguro como lo era antes, lo que demuestra que esta ocupación no ha servido de nada.
De hecho, lo más trascendente que se le puede endilgar a la eufemísticamente llamada Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) ha sido el cólera, dado que fueron precisamente soldados de Nepal pertenecientes a las tropas de la ONU quienes llevaron la bacteria que produce la enfermedad a la empobrecida nación, donde ha causado más de seis mil muertes, en menos de un año. (Esta cantidad de muertes provocada por este mal supera por mucho el número de víctimas registradas en la patria de Toussaint en por lo menos las dos décadas anteriores).
Otro “logro” de las tropas de ocupación ha sido mantener alejado del poder al derrocado presidente Jean Bertrand Aristide. Ninguna otra cosa.
¿Pero, necesita el país más pobre del hemisferio occidental la presencia de 7,500 soldados o necesita más ayuda para salir de la miseria en que lo han sumido sus malos gobiernos y los países desfalcadores como lo hizo Francia en el siglo XIX? La respuesta es obvia, aunque no falte quien quiera creer lo contrario.
Lo que necesitan nuestros hermanos haitianos es la solidaridad real de las demás naciones del mundo para recomponer su aparato productivo y que pueda explotar las pocas o muchas riquezas naturales que posea.
Donde impera el hambre y la pobreza no hacen falta soldados y fusiles, sino comida y trabajo.
En un país devastado por un terremoto de 7 grados que dejó más de 300 mil víctimas y cerca de un millón de personas sin hogar, no hacen falta militares extranjeros con sueldos pagados en dólares, sino ingenieros y albañiles para construir casas.
En un país deforestado no hacen falta tanques, ni helicópteros con potentes ametralladoras, sino viveros, agrónomos y recursos para desarrollar un vigoroso plan de reforestación.
En una nación donde el cólera ha matado más de seis mil personas, sin que la ONU, cuyos soldados llevaron la enfermedad, se haya hecho responsable, no faltan tenientes, ni coroneles, sino médicos, enfermeras y medicamentos.
Los soldados de la Minustah deben salir ya de Haití.
En su lugar, si la ONU no fuera una prostituta al servicio de las grandes potencias, enviaría urgentemente un contingente de ingenieros, médicos, agrónomos y, sobre todo, muchos recursos a Haití.
Esto deberían tomarlo en cuenta, de manera muy especial, los gobiernos progresistas de Brasil y Uruguay, los cuales deben proponerse sustituir por técnicos los soldados que tienen desplegados en territorio haitiano.
Está demostrado que los soldados, los fusiles y las balas pueden acabar con el pobre, pero nunca con la pobreza.
¡He dicho!
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